sábado, 10 de mayo de 2008

Donna Leon y Barbara Nadel

Estambul fue el cruce de caminos entre estas dos maestras del crimen contemporáneo, de exotismo y anbigüedad sexual ante la muerte.

martes, 6 de mayo de 2008

Estambul, remolino de culturas



Hay pocas situaciones geográficas que inciten tanto a una ciudad a ser el centro de una mezcla cultural tan interesante como la que tiene la antigua Bizancio. Su emplazamiento entre dos continentes y tres mares la han convertido en un crisol de culturas de fluido movimiento, pero a la vez mansas como las aguas del Bósforo que baña los límites interiores de esta urbe.

Tradición y modernidad son dos conceptos que ves desfilar día a día mientras vas caminando por Sultanahmet, o por las empinadas calles de Beyoglu hasta llegar a la europea Istiklal Cadessi, que bien podría ser la Calle Fuencarral u Oxford Street, pero peatonalizada.

Las mezquitas y sus minaretes conviven con uno de los tranvías más modernos y eficientes que he visto últimamente. Los pañuelos en la cabeza de algunas mujeres se han convertido en un complemento a combinar con los zapatos o el cinturón. Lejos quedan esos hiyabs marrones o negros de las tristes mujeres de Marraketch. Queda la duda de cómo será en el resto de Turquía, sobre todo en la Anatolia profunda. Durante el tour en el Bósforo, Miguel y yo nos dimos cuenta que Estambul es para los turcos como Nueva York para los americanos: la meca del turismo doméstico; la ciudad que deben visitar incluso antes de plantearse salir al extranjero. A tenor de lo que allí vimos (ancianas con el hiyab echando fotos con un móvil Ericsson, adolescentes que bien podían ser de cualquier pueblo de España por sus comportamientos) pudimos comprobar que la secularización y la apertura al capitalismo hacen de Turquía un país llamativo al socaire de los países musulmanes de su alrededor.

El legado cultural no sólo se reduce a las famosísimas mezquitas, palacios bizantinos o antiguas catedrales cristianas. Los hammanes son sitios que es imprescindible visitar. La lástima es que el masivo turismo les ha quitado la esencia homosocial que una vez tuvieron. Hoy en día, son lugares donde unos bestias otomanos te dan un masaje que parece un ritual de despedida de este mundo, a la vez que ponen una especial insistencia en que no se te caiga la toalla en un recinto que, hace cien años, veía a decenas de anatolios desfilar como vinieron al mundo en medio de sus abluciones sagradas.

Para ser una ciudad tan turística, es un gran mérito que los estambulitas sigan teniendo ese carácter tan hospitalario que hace que tu estancia sea más agradable todavía mientras charlas con ellos en un inglés que han aprendido a salto de mata.