domingo, 23 de agosto de 2009

Desde la espina dorsal de Europa

Desde que el oeste norteamericano pasara a formar parte de EEUU después de una cruenta guerra con Méjico a mediados del XIX, California especialmente se convirtió en la tierra prometida que impulsó la expansión de los territorios del este y, consecuentemente, la ocupación de los áridos y desolados territorios que forman una de las grandes llanuras del mundo. El año pasado tuve la oportunidad de conocerlos en un inolvidable viaje que me llevó desde Chicago a Los Ángeles, siguiendo a ratos lo que hoy en día se conoce como Ruta 66.
A mí me gusta volver a los sitios que me han ayudado a ser la persona que soy. Es por ello por lo que este año me he vuelto a embarcar en un viaje que me ha traído a muchos de los lugares que ya descubrí hace más de trece meses. Esta vez la experiencia ha sido radicalmente distinta al ir con parte de los amigos a los que más quiero. Nos encontramos ya en la fase final del viaje. Hemos estado una semana en San Francisco, casi una semana en ruta en un monovolumen que nos ha llevado a Yosemite, Las Vegas (qué experiencia más distinta y divertida la de este año!), el Valle de la Muerte, el Gran Cañón, Monument Valley y Williams, Arizona. Me encanta organizar viajes. Lo hago todos los años y quien ha viajado conmigo siempre me ha felicitado. Para los demás ha sido (está siendo aún) un viaje al contraste y la impresión más absoluta en medio de lugares urbanos, áridos, montaños que han conformado el oeste del que hoy en día es el país más referenciado, para bien o para mal, del mundo. Para mí ha sido la revisitación de los sitios que me ayudaron a cumplir mi sueño personal de viajero global el año pasado. Dentro de dos días estaremos en tres aviones que nos llevarán, vía Chicago y Madrid, de vuelta a Alicante. Es cierto que cuando no tienes ganas de que un viaje, por muy largo que sea, termine es que te ha calado por completo.

domingo, 9 de agosto de 2009

El año en el que descubrí a Ian McEwan

Decía TS Elliot en no sé qué artículo que un escritor no podía ser verdaderamente moderno a menos que se hiciera cargo por completo de su propia tradición. El autor de On Chesil Beach, Saturday, Amsterdam o Atonement revisita como nadie el siglo XIX (Atonement es un homenaje a la Jane Austen de Northernger Abbey o Emma), la narrativa más convencional del XX (esa misma novela parece una reescritura de altura de una novela poco conocida en España titulada The Go-Between, de LP Hartley), las unidades de tiempo clásicas (como en Chesil Beach, Saturday o Atonement, con esa insistencia en la unidad de las veinticuatro horas.) Además, como hace en Amsterdam, muestra crudamente, sin ambajes, dilemas que resumen las ansiedades de personas que se asoman al cambio de siglo como si estuvieran en un precipicio que apenas han elegido. Ya lo dije en una nota anterior: si hay un escritor que capta parte del "zeitgeist" de estas últimas décadas es el venerable y muy británico Ian McEwan.

viernes, 7 de agosto de 2009

Sadism as an inexplicable lesson of human nature

July has been a month of exploration into sadism, both in recreated fact and pure fiction. What do the Bosnian excursion and the reading of Stieg Larsson's first novel in his trilogy have in common? Both experiences have been descents in the complex laberinths of a sadist's mind and doing. A sadist is a person who simply takes enjoyment in other people's sufferings. Ghastly as it seems, it is an act which is very well documented, and not only in its sexual repercussions (harmless up to a point), but also to the lengths that some people can go to get satisfaction even out of mass assessinations. One of my fellow walkers in the Bosnian forests asked me how a person like Slovadan Milosevic could perpetrate such horrendous deeds as the ones in July 1995. The answer, my friend, far from blowing in any decent wind, is rooted in every bastard's logic who loves playing God over other person's life. If only to understand this, it is worth reading "The Girl with the Dragon Tattoo", which despite its unfortunate title translation (it should have been Men who Hate Women!) is a chilling account of how a sadist's mind works.