lunes, 28 de abril de 2008

Sonata de otoño en primavera alicantina

La puesta en escena de la obra maestra de Ingmar Bergman ha revelado a una Nuria Gallardo que ha eclipsado a la propia Marisa Paredes cuando parecía imposible llegar a la cumbre que dejó marcada de emociones Liv Ullman.

lunes, 21 de abril de 2008

Gravica y Dulce Chacón

Las mujeres, tanto en Sarajevo en 1994 como en Madrid más de medio siglo antes, han sido las voces dormidas que ahora despiertan y cuentan el horror de quienes no eligieron sufrir.

miércoles, 16 de abril de 2008

PROGRAMAS BASURA, SERVICIOS PÚBLICOS Y MADRES DECAPITADAS

Su nombre era Teresa Macanas, la estanquera de Santomera. Casi paisana mía, pues. Salió del anonimato en el año 2001, año de catástrofes televisadas en directo desde Nueva York para el mundo. Pero de la misma manera que los aviones estrellados contra las Torres Gemelas no han servido para que aprendamos de nuestros errores preventivos y alcancemos un mundo mejor, la comparecencia de Teresa en un reality show, con toda su buena voluntad de buena mujer, incluso denunciando la pasividad de las administraciones sobre la atención a esquizofrénicos, no sirvió para que siete años después se convirtiera en una Cassandra sobre su propia muerte, de la manera más macabra y atroz pues su vástago, sobre el que alertaba en 2001 que podía cometer una desgracia, que incluso la podía llegar a matar, antesdeayer consumó el crimen, decapitándola y paseándose por la plaza del pueblo con la cabeza de su madre recogida en un trapo.

Lo penoso de todo esto es que a la masa popular se le está dando, desde los medios de comunicación más obtusos que suelen ser la mayoría, la misma carnaza que en 2001, la cual no ha evitado la muerte, siete años después, de la mujer macilenta que salía en televisión pidiendo a gritos, literalmente, una intervención por parte de la sanidad pública que por supuesto no ha llegado. Decía Teresa Macanas en el primer año de este funesto siglo que debería haber instituciones para este tipo de personas que ella no acertaba a denominar esquizofrénicos. Insistía, desde la infinita bondad de la que sólo una madre es capaz, en que su hijo no era malo, pero que un día de estos cometería una desgracia.

Lo peor es que todo seguirá igual. Los reality-show, describiendo una realidad inconexa a la que no sacarán conclusiones profundas; la masa, engullendo historias macabras y esperando la siguiente. Los poderes públicos, sobre todo los más conservadores, mirando exclusivamente al endurecimiento de las penas una vez que se han cometido unas barbaries que perfectamente se podían haber evitado.

martes, 15 de abril de 2008

EXCREMENTO MACHISTA

En términos marxistas, a una estructura le corresponde siempre una superestructura, entendida esta última como el conjunto de ideas que impregnan los comportamientos de los individuos. Dicho esto, es sencillo comprobar que la nueva ministra de Igualdad, Bibiana Aído, no va a tener fácil abordar determinadas estructuras machistas en sus labores ministeriales si tenemos en cuenta la superestructura de supremacía machurra que la derecha mediática española sigue rezumando en pleno siglo XXI, el siglo de las bombillas fundidas para muchos carcamales. Jiménez Lozanitos, Juan Manuel de Prada (¿dónde quedó aquel que me asombró con Las Esquinas del Aire?), Antonio Burgos o Iñaki Ezkerra son la punta de lanza de los voceros reaccionarios que no han tardado en tildar el nuevo gabinete de Zapatero de Batallón de Modistillas y otros calificativos más propios de un casino de pueblo de la posguerra que de la época en la que vivimos y que ellos, obviamente, se resisten a vivir.

Lo único positivo que se le puede sacar a este revuelo entre los derechones de la letra efímera es que es un síntoma de que la sociedad patriarcal está en pleno declive. No hay nada en las palabras de esos santeros del machismo que sea novedoso y no desprenda, en el fondo, resquemor de que la sociedad que ellos quieren ya pasó. Lo que tenemos que esperar es que las reformas en materia de género que impulsa de forma decidida Zapatero y su gabinete calen en la superestructura de una sociedad que se merece algo mucho mejor que lo que predica Losantos y compañía.

lunes, 14 de abril de 2008

ZP Y SU INCOMPLETA REVOLUCIÓN DE GÉNERO

Hace año y medio iba, en medio de un desapacible día lluvioso, rumbo a Albacete en autobús con mis alumnos de 2º de Bachillerato. Íbamos a hacer una visita al campus de esa intrascendente ciudad. Me encontraba para la ocasión acompañado de Rufo, compañero de filosofía actualmente con una licencia de estudios no remunerada. Era la primara vez que Rufo y yo teníamos la oportunidad de charlar largo y tendido sobre los innumerables aspectos de la vida que nos interesan. Uno de esos puntos era la política sexual de Zapatero que mi compañero de excursión tildó de verdaderamente revolucionaria. Yo no daba crédito a pesar de haberme convertido en un zapaterista casi incondicional (y mira que pongo yo condiciones a las cosas) en los últimos años, especialmente después de la aprobación del matrimonio homosexual por el que tanto hemos luchado muchos.

Es innegable que las reformas en materia de género han sido importantes en la primera legislatura de Zapatero, la cual me temo que ha sido mucho más progresista que la que se avecina, ojalá me equivoque. La aprobación de la ley de la ampliación del matrimonio a las parejas homosexuales ha venido también acompañada en el sentido de reformas de género por una importante ley integral contra la violencia machista, tan necesaria en nuestra sociedad como insuficiente o mal aplicada mientras se siga registrando una sola muerte por terrorismo doméstico.

Esta segunda legislatura la ha comenzado dando síntomas de inequivocable vocación feminista al designar, por primera en la historia, a una mujer, su delfinable Carme Chacón, como ministra del ministerio más masculinista que existe, el de Defensa. Ahí no ha quedado la cosa: también, por primera vez en los anales hay más ministras que ministros, lo cual contrasta notablemente respecto aquel primer Consejo de Ministros socialistas del año 82 en el que nadie se extrañaba que no hubiera una sola mujer.

La sociedad española ha cambiado, afortunadamente, de manera radical en los último cuarto de siglo. Zapatero, independientemente de su gestión en estos cuatro años, pasará a la historia como uno de los presidentes que con más gestos ha contribuido a la semiótica del cambio generacional en cuestiones de género. Sin embargo, y aunque los símbolos sean importantes en esta sociedad posmoderna en la que vivimos, las realidades que subyacen muchas veces debajo de esos gestos simbólicos hacen que éstos muchas veces se conviertan en significantes casi vacíos. Me explico: aunque el consejo de ministros pueda considerarse más femenino que nunca, la realidad de las principales empresas, tanto públicas como privadas sigue siendo muy distinta. Yo, sin ir más lejos, trabajo en una empresa pública en la que las profesoras son más que los profesores. No obstante, en los equipos directivos ellas son clara minoría. Y qué decir de las grandes corporaciones. Según ciertos datos sólo un cinco por ciento de los puestos de responsabilidad son ocupados por mujeres. Esto no deja de ser significativo en una época en la que el poder económico va por delante de, y en muchos sentidos determina al poder político. Muchas empresas te siguen condicionando la vida si eres mujer, sobre todo si en tus planes está el embarazo, o si eres abiertamente homosexual. La promulgación de leyes o el abanderamiento de símbolos debe hacerse compatible con una política profunda de concienciación que pase por una vigilancia estrecha sobre el cumplimiento de leyes de igualdad (esperemos que funcione ese nuevo ministerio), y así como con una educación en valores de no discriminación que se cumpla desde las etapas infantiles del sistema educativo (más y más efectiva educación para la ciudadanía no sexista). Sólo así los gestos se convertirán, aunque lentamente, en una efectiva revolución.

miércoles, 9 de abril de 2008

LA CONDUCCIÓN COMO TERAPIA



Coger el coche me está distrayendo bastante, más por las ensoñaciones en las que me embarco mientras estoy tras el volante que por las conocidas carreteras que obligatoriamente tomo para cumplir con la prosodia del papeleo necesario para que mis sesiones con ese psicólogo tan recomendado por mi amiga Belén comiencen.

Ayer, mientras iba rumbo a Villena, pensé lo bien que me vendría marcharme al Reino Unido a pasar tres o cuatro días conduciendo por unas carreteras por las que nunca he estado tras un volante. El conducir por la izquierda es algo que no me tira para atrás, por cuanto la experiencia irlandesa de hace casi seis años (cuánto tiempo, por dios) me quita la ansiedad. Iba escuchando X&Y, de Coldplay, tan conocido desde hace más de dos años, pero en mi mente sonaba Drive on, Driver, de Magnetic Fields, que también estaban en el cargador de MP3. No sé por qué no los puse, quizá porque no pulsar una simple tecla era lo más fácil dado mi estado; quizá también porque hacía tiempo que no escuchaba este disco, desde que condujimos por los bosques y lagos finlandeses este verano pasado. Me imaginaba que, si me iba al Reino Unido (yo pensaba en Cornualles), el coche que alquilaría tendría que tener lector de MP3, porque lo más importante de conducir por carreteras extrañas es el placer de escuchar la música que más significado tiene para quien quiere depurarse de aquello de lo que se aleja. Hace un año justo cogí el coche y llegué al río Ebro. Entonces recuerdo que estuve escuchando Under the Iron Sea, de Keane, así como Sam’s Town, de The Killers. Descubrí carreteras secundarias y fotografié pueblos pequeños que apenas salen en el mapa y que probablemente no han cambiado desde que la fotografía sólo se podía hacer en blanco y negro. Apenas recuerdo el nombre de alguno. Sí recuerdo pasar por Calanda, el pueblo del milagroso Buñuel, y me sorprendió por lo inimaginablemente feo y desagradable que era a su paso por la carretera. Recuerdo también la nieve primaveral que me encontré en las faldas de la cordillera ibérica, tan inesperada a estas alturas de cambio climático.

Hoy he vuelto a coger el coche, esta vez para cumplir un trámite del todo innecesario, ya que lo podía haber hecho por fax. Ponerme tras el volante, sin embargo, ha sido de nuevo un reclamo para ocupar la mañana, aunque haya sido para ir a la triste Albacete, más triste hoy si cabe debido a la lluvia. Allí le he comprado un regalo a Miguel, el segundo en dos días. Si ayer, acompañado de mi querido Antonio fui a regalarle unas gafas, hoy le he comprado una chaqueta nueva, que tan falta le hace y que tanto echa de menos cuando nos arreglamos, en especial los fines de semana, para salir al cine, al teatro o a una simple cena que siempre es especial.

He notado que me cuesta llegar a casa. A lo mejor por eso he llamado primero a Antonio y después a Miguel, para ver si alguno de ellos podían pasar unos minutos conmigo junto a un café o la chaqueta que acabo de comprar.

Esta semana que viene volveré a coger el coche, esta vez quizá para ir a Alcaraz, el lugar donde empecé mi andadura docente y donde podré comenzar a depurar toda la basura que he ido acumulando en mi turbado interior en los últimos tres o cuatro años y que ha culminado con este estado en el que estoy y al que no me resigno. Me iré probablemente el miércoles, ya que no quiero perder días de piscina. No quiero pensar si estaré uno, dos o tres días. Lo único que quiero hacer durante ese tiempo es pasear, meditar, leer y escribir en mi portátil. No quiero acordarme de nada, excepto de lo que yo elija.

lunes, 7 de abril de 2008

Credo y dolencias de una sociedad en decadencia

Es difícil no ver una película que no sea norteamericana. Lo que cada vez es más difícil es ver una que verdaderamente merezca la pena. Este fin de semana, entre sala comercial, filmoteca y el sofá de mi casa, he visto tres que resumen los credos y dolencias del imperio americano que me ha tocado vivir. En otro artículo hizo referencia a la espina dorsal del mismo, a través de un somero análisis de Pozos de Ambición y La Guerra de Charlie Wilson. Aquí hablaré de cómo la creencia en el individualismo no es suficiente para sustentar esa consecución de la felicidad de la que la Constitución de George Washington y amigos habla en algún artículo preliminar.

The Fountainhead (King Vidor, 1949) es un canto al individualismo y a la capacidad de logro del hombre hecho a sí mismo, o como allá dicen, the self-made man. Howard Roark (memorable Gary Cooper que estás en los cielos) es un arquitecto con ambiciones pero con ideas poco ortodoxas y muy desviadas de lo que la masa concibe como aceptable. Tras numerosos fracasos y rechazos, consigue imponerse a la corriente aborregada gracias a su persistencia, fe en sí mismo y su pertinaz empeño en conseguir aquello en lo que cree. Su grandeza como hombre de ideas y de logros llega al estado de mito en la escena final, cuando se erige frente al mundo en el edificio más alto de Nueva York, construido por encargo de Gail Winnard, director del periódico The Banner, publicación amarillista que en más de una ocasión había hundido el prestigio de Roark.

Bigger than Life (Nicholas Ray, 1956) muestra la cara reprimida de la sociedad conformista y consumista de los años 50, sólo liberada a través de un medicamento que lleva al protagonista a la locura y al extrañamiento.

The Savages (Tamara Jenkins, 2007) representa la desituación de esta generación nuestra (en la que me incluyo) respecto a los valores heredados no se sabe cuándo. El individualismo que prevalece en The Fountainhead, el sacrificio por la familia, que de todas maneras no funciona, en Bigger than Life, no son garantías para la consecución de la felicidad para los hermanos Savage, Wendy y Jon, en el momento en el que se tienen que hacer cargo de su moribundo padre, al que ninguno de los dos quiere por motivos que sólo al final descubrimos. La expiación de la mediocridad y la culpa sólo es posible a través de algo tan añejo y tan estimulador para la catarsis como la propia creación. Wendy Savage, a pesar de las dificultades, logra escribir una obra de teatro en la que expulsa los demonios de una familia que nunca eligió.