martes, 27 de enero de 2009

Harvey Milk, el otro libertario

El desconocimiento generalizado por parte del público, incluido el público homosexual, de la figura de Harvey Milk, es una prueba más de la discriminación de la que los gays hemos sido objeto durante el siglo XX. Que dicho siglo tuviera un último tercio esperanzador para nuestras reivindicaciones no quita para que estemos hablando de uno de los siglos más homófobos de toda la historia, durante el cual fuimos perseguidos, encarcelados, sometidos a espeluznantes electroshocks, hospitalizados y sobre todo invisibilizados en todas las partes del mundo. La lucha por la visibilización, por decir estamos aquí y en todas partes, se produjo al socaire de las revueltas sociales que hubo en los años sesenta y setenta, teniendo como telón de fondo la reivindicación por parte de los negros de sus derechos civiles a un lado del atlántico y las revueltas estudiantiles en el París de DeGaulle al otro.
Harvey Milk es una figura que representa esa lucha por la visibilización. Merece un lugar especial en nuestra historia particular, ya que fue la primera persona abiertamente gay que ocupó un puesto de relevancia política, en este caso ser concejal de un distrito de San Francisco. Muchos dirán que ese hombre con ese nombre sólo nos interesa a los gays. Su muerte, sin embargo, ensalza su figura a unos horizontes muchos más amplios de la experiencia humana. Para entender esto debemos alzarnos de nuevo sobre las sombras del siglo pasado, un siglo plagado de asesinatos de libertadores. El primero fue Gandhi; el último, que yo recuerde, John Lennon. Entre medias, JFK, su hermano Robert, Martin Luther King, Malcolm X y el propio Harvey Milk. El concejal del distrito 8 de San Francisco es parte de esta martirología de héroes políticos del tercer cuarto del siglo XX, tiempo durante el cual si te atrevías a cambiar el mundo te terminaban asesinando. Es por ello, por su atrevimiento por cambiar el mundo y su absurdo canje con su vida, por lo que Harvey Milk es un poco de todos, de la misma forma que ser homosexual es un poco de todos, y ser heterosexual es también un mucho de cada uno de nosotros.
La película protagonizada por un cada vez más inconmensurable Sean Penn rinde un justo homenaje al hombre convertido así en justa parte de nuestra leyenda. Todos los demás (desde Gandhi hasta el propio John Lennon) han tenido una o varias redenciones artísticas que les han acercado a la gran masa de espectadores y consumidores que somos todos los demás. Iba siendo hora de que Harvey tuviera también un momento que lo hiciera eterno. Quizá lo vio en el momento en el que la bala atravesó su cabeza y pensó, fabulaciones de la película, que su final iba a ser digno de una gran ópera italiana. O quizá lo vieran, fabulaciones aparte, los miles y miles de manifestantes que, velas en mano, recorrieron el centro de San Francisco para rendirle un justo In Memoriam el día después de que cesara existir como hombre y comenzara a hacerlo como parte inmortal de todos los demás.

sábado, 24 de enero de 2009

Musik, bar de copas, Murcia

Parece que se ha puesto de moda ahora aprovechar los soportales de la Plaza de Toros de La Condomina para dejar que unos cuantos empresarios de la noche murciana acondicionen sus garitos y ofrezcan un sitio “diferente” de copas. Aunque en el caso de Musik podríamos decir que más que acondicionar, el empresario de turno lo que ha hecho ha sido simplemente poner tres barras para crear uno de los sitos más incómodos en los que tomarte unas bocanadas de humo en toda la ciudad del segura. Porque más que un sitio de copas, Musik es un sitio de humo, que incumple todas las leyes inútiles antitabaco, no tiene ningún extractor que funcione como es debido y que debe su existencia a la indolencia de sus clientes por no denunciar las insoportables condiciones de asfixia a las que son expuestos y la de los vecinos que aguantan con beatífica resignación el ruido que se escapa por las mil re3ndijas de los arcos de los soportales que nos tienen ningún indicio de aislamiento. La arquitectura concebida para el festejo de la tauromaquia no ayuda tampoco a que el ruido, tan machacón fuera, se extienda como es debido dentro, de forma que el concierto al que asistí anoche se podía oír mal que bien en el espacio comprendido entre dos arcos. Más allá, lo único que se percibía era una banda tocando en un idioma ininteligible, entre una nube de humo y ruido resultante de ese intento de blues mal estereofoneizado. Menos mal que los músicos, al menos cumplieron. La próxima vez, que lo hagan en cualquier garaje, por favor.

lunes, 12 de enero de 2009

London, always London

Londres es una ciudad a la que siempre vuelvo. Con Miguel desde que lo conozco. Con mis chavales desde que descubrí lo fácil que es preparar un viaje de estudios a una ciudad que conoces y controlas. Con amigos que nunca han estado y que están deseando zambullirse en las calles dickensianas, en los monumentos victorianos, en la posmodernidad de sus mercados. Esta vez hemos ido con Juanfran (con él estuve hace ya más de diez años, cuando juntos recorrimos Escocia), Miriam y Antonio. Ha sido un viaje en el que Miguel y yo hemos visto dos musicales: The Lion King, junto con el resto de compañeros de viaje y a propuesta de Miriam, y Carrousel, verdadero descubrimiento de una de las esencias del musical clásico. Como siempre, he hecho una corta visita a la National Gallery, como siempre he contemplado "The Portrait of a Young Man", de Agnolo Bronzino, y "The Bathers", de Seurat. Esta vez, hemos descubierto la Saatchi Gallery, por recomendación de unos nuevos amigos de Albacete, con los cuales coincidimos en Candem Lock Market, donde previamente me hube fumado un porro de algo extraño con Antonio. Y compras, muchas compras, este año me he puesto las botas con tantas compras aprovechando las rebajas y que la libra está por los suelos.

Comprando un poco de libertad

Es difícil admitir que la libertad se pueda comprar. En realidad es una burrada creer por un momento que pueda ser así. Sin embargo, no deja de ser cierto que con un poco de dinero la puedes gestionar mejor. Es lo que últimamente me está ocurriendo con las últimas compras importantes que he realizado. Por un lado, el ordenador mini. Me está permitiendo llevármelo a sitios a los que antes no hubiera pensado que podía desplazarse un ordenador conmigo. Al ser tan pequeño, cabe en cualquier bolso, y pesa tan poco como cualquier libro mediano de bolsillo. Es un buen ejemplo de una gran libertad comprada a un precio más que moderado. Por otro lado, ayer estuve en el centro comercial al que acudo tan a menudo como veces lo he criticado. Quería ver las bicis que había. Desde hace un tiempo tengo la idea de comprarme una para salir por Almansa y conocer los alrededores. Llevo más de ocho años viviendo aquí y apenas los conozco. El chaval que me enseñó la bicicleta de montaña literalmente me hizo sentir que la estaba conduciendo, que volvía a tener veintipocos años y que volvía a estar en la huerta del Segura, ese río al que he visto moribundo tantas veces pero nunca morir del todo, esa huerta que aún conservo bucólica en mi memoria gracias a esa primera bicicleta de montaña que mi abuelo me regaló hace ya más de media vida. Hoy he vuelto a sentir esos diecimuchos y veintipocos, en secano en vez de en regadío. Me he alarmado porque me he sentido tan cansado en tan poco tiempo. Enseguida me he dado cuenta que era el falso llano, cuesta arriba al comienzo, a diferencia de hace quince años, que era cuesta abajo. Al alejarme de Almansa y estar frente a frente con el Mugrón, he dejado la bici en una era, cerca de unas ruinas de una vieja casa, y he pensado, por qué he dejado pasar tanto tiempo...