martes, 19 de mayo de 2009

I wanna be Clint Eastwood -- in Madison County Bridges


Una de las referencias de masculinidad clásica para mí es el personaje que encarna Clint Eastwood en la maravillosa película Los Puentes de Madison, la cual, afortunadamente, está muy lejos de ser el pastelón romántico para menopáusicas que es como la describen sus muchos detractores.
De eso me he dado cuenta hoy, mientras escalaba con mi Rockrider las colinas que circuncidan la zona de la Mearrera, muy cerca del Molino Alto. Necesitaba urgentemente salir de casa, del pueblo, de la rutina diaria y, sobre todo, de los estreses del instituto y de su gentuza. La bici este año está siendo una vía de escape totalmente inesperada, quién lo iba a decir después de tantos años de injusto abandono de los pedales. Mientras iba subiendo por los caminos empedrados me iba encontrando más y más solo. Yo y la naturaleza, que es lo mismo que decir, yo y ninguna interferencia artificial con el reflejo de yo mismo y mi circunstancia. Enseguida, como me ocurre en estos casos, me ha venido a la mente el viaje más importante que he hecho en mi vida, el del año pasado por Estados Unidos. Me ha asaltado el momento en el que, cruzando el norte de Tejas desde Dallas hasta Amarillo, paré el coche en medio de la nada y contemplé un atardecer rojizo como la cal sobre el cañón de Palo Duro, según dicen el segundo más grande del país después del Colorado. Recuerdo que las lágrimas asaltaron mis ojos y no fue de alegría, sino de sorpresa por encontrar dentro de mí algo que sólo es compatible con la más absoluta soledad voluntaria. La soledad del viajero, dirían algunos. Es posible. Enseguida, mientras seguía escalando, he pensado cuándo será el siguiente viaje parecido al del año pasado. Quizá es necesario que transcurra algún tiempo para que termine de digerir todo lo que las entrañas de EEUU me otorgó, que fue bastante.
Lo que está claro es que, cuando cumpla sesenta años y esté ajado físicamente, me gustaría parecerme a ese fotógrafo de la National Geographic, capaz de dejarse sorprender por unos puentes en medio de la nada de Iowa, y de despertar la curiosidad por el mundo indescubierto en una mujer como la Francesca encarnada por la eterna Maryl Streep. Claro, que en mi caso preferiría alguien más parecido a George Clooney.

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