El desconocimiento generalizado por parte del público, incluido el público homosexual, de la figura de Harvey Milk, es una prueba más de la discriminación de la que los gays hemos sido objeto durante el siglo XX. Que dicho siglo tuviera un último tercio esperanzador para nuestras reivindicaciones no quita para que estemos hablando de uno de los siglos más homófobos de toda la historia, durante el cual fuimos perseguidos, encarcelados, sometidos a espeluznantes electroshocks, hospitalizados y sobre todo invisibilizados en todas las partes del mundo. La lucha por la visibilización, por decir estamos aquí y en todas partes, se produjo al socaire de las revueltas sociales que hubo en los años sesenta y setenta, teniendo como telón de fondo la reivindicación por parte de los negros de sus derechos civiles a un lado del atlántico y las revueltas estudiantiles en el París de DeGaulle al otro.
Harvey Milk es una figura que representa esa lucha por la visibilización. Merece un lugar especial en nuestra historia particular, ya que fue la primera persona abiertamente gay que ocupó un puesto de relevancia política, en este caso ser concejal de un distrito de San Francisco. Muchos dirán que ese hombre con ese nombre sólo nos interesa a los gays. Su muerte, sin embargo, ensalza su figura a unos horizontes muchos más amplios de la experiencia humana. Para entender esto debemos alzarnos de nuevo sobre las sombras del siglo pasado, un siglo plagado de asesinatos de libertadores. El primero fue Gandhi; el último, que yo recuerde, John Lennon. Entre medias, JFK, su hermano Robert, Martin Luther King, Malcolm X y el propio Harvey Milk. El concejal del distrito 8 de San Francisco es parte de esta martirología de héroes políticos del tercer cuarto del siglo XX, tiempo durante el cual si te atrevías a cambiar el mundo te terminaban asesinando. Es por ello, por su atrevimiento por cambiar el mundo y su absurdo canje con su vida, por lo que Harvey Milk es un poco de todos, de la misma forma que ser homosexual es un poco de todos, y ser heterosexual es también un mucho de cada uno de nosotros.
La película protagonizada por un cada vez más inconmensurable Sean Penn rinde un justo homenaje al hombre convertido así en justa parte de nuestra leyenda. Todos los demás (desde Gandhi hasta el propio John Lennon) han tenido una o varias redenciones artísticas que les han acercado a la gran masa de espectadores y consumidores que somos todos los demás. Iba siendo hora de que Harvey tuviera también un momento que lo hiciera eterno. Quizá lo vio en el momento en el que la bala atravesó su cabeza y pensó, fabulaciones de la película, que su final iba a ser digno de una gran ópera italiana. O quizá lo vieran, fabulaciones aparte, los miles y miles de manifestantes que, velas en mano, recorrieron el centro de San Francisco para rendirle un justo In Memoriam el día después de que cesara existir como hombre y comenzara a hacerlo como parte inmortal de todos los demás.
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