lunes, 12 de enero de 2009

Comprando un poco de libertad

Es difícil admitir que la libertad se pueda comprar. En realidad es una burrada creer por un momento que pueda ser así. Sin embargo, no deja de ser cierto que con un poco de dinero la puedes gestionar mejor. Es lo que últimamente me está ocurriendo con las últimas compras importantes que he realizado. Por un lado, el ordenador mini. Me está permitiendo llevármelo a sitios a los que antes no hubiera pensado que podía desplazarse un ordenador conmigo. Al ser tan pequeño, cabe en cualquier bolso, y pesa tan poco como cualquier libro mediano de bolsillo. Es un buen ejemplo de una gran libertad comprada a un precio más que moderado. Por otro lado, ayer estuve en el centro comercial al que acudo tan a menudo como veces lo he criticado. Quería ver las bicis que había. Desde hace un tiempo tengo la idea de comprarme una para salir por Almansa y conocer los alrededores. Llevo más de ocho años viviendo aquí y apenas los conozco. El chaval que me enseñó la bicicleta de montaña literalmente me hizo sentir que la estaba conduciendo, que volvía a tener veintipocos años y que volvía a estar en la huerta del Segura, ese río al que he visto moribundo tantas veces pero nunca morir del todo, esa huerta que aún conservo bucólica en mi memoria gracias a esa primera bicicleta de montaña que mi abuelo me regaló hace ya más de media vida. Hoy he vuelto a sentir esos diecimuchos y veintipocos, en secano en vez de en regadío. Me he alarmado porque me he sentido tan cansado en tan poco tiempo. Enseguida me he dado cuenta que era el falso llano, cuesta arriba al comienzo, a diferencia de hace quince años, que era cuesta abajo. Al alejarme de Almansa y estar frente a frente con el Mugrón, he dejado la bici en una era, cerca de unas ruinas de una vieja casa, y he pensado, por qué he dejado pasar tanto tiempo...

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