miércoles, 18 de junio de 2008

Encuentros en los no-espacios

Hace más de año intenté reanudar una relación con un chico de Alicante llamado Javier. Así me dijo que se llamaba dos años atrás, cuando lo conocí en el Gaydar. Esa misma noche, arrebatado por un insaciable deseo de zambullirme en lo desconocido, conduje hasta la costa para verle. Pasamos una noche bebiendo poco, hablando mucho y follando nada. A las seis de la mañana me vine con una frustración bastante palpable y dormí hasta las tres de la tarde.

Cuando hace poco más de un año volví a chatear brevemente con él, lo hice porque me llamó la atención el subnick que tenía, algo así como redefiniendo el espacio. Le entré y le pregunté qué quería decir con ello, pensando yo que tendría que ver con sus estudios de arquitectura. Tras recordar quién era yo, me explicó que se estaba leyendo un estudio sobre la sobremodernidad, Los no Lugares: Espacios del anonimato, de un tal Marc Augé. Enseguida me puse a preguntarle de que iba y veinticuatro horas más tarde ya me había comprado el libro para descubrir por mí mismo qué había querido decir ese fugaz Javier (no he vuelto a saber de él) con redefinir el espacio.

Vivimos en una era virtual, donde los sentidos, para aprehender el conocimiento, deben actualizarse. Los lugares, en términos físicos, se pueden considerar como no lugares, aunque yo me resisto a creer que las relaciones que establecemos en ellos sean no relaciones. Marc Augé arguye que pasamos buena parte de nuestra existencia viendo caras anónimas en sitios de paso. Él destaca las autopistas, los aeropuertos, pero no tiene en cuenta la repercusión que para su idea central sobre la provisionalidad y el no espacio tienen los chats hoy en día.

Digo todo esto porque últimamente he estado encerrado en casa dándole los últimos toques a mi tesis y recuperándome de esta maldita depresión. No se puede decir que haya estado solo, y no solamente por la compañía que Miguel y Antonio me han prestado, sino por la que he encontrado con gente a la que a lo mejor no llego a conocer nunca cara a cara. ¿Cuánto tiempo llevo cateando de forma regular en el messenger? ¿Tres, cuatro años? En todo este tiempo me he comunicado con gente a la que no he llegado a ver en persona pero que, de forma puntual me ha podido ayudar, de la misma manera que la finlandesa Tania me ayudó cuando era yo adolescente a escribir cosas que nunca les hubiera dicho a mis mejores amigos. Tania fue mi penfriend durante casi ocho años y nunca la llegué a ver. A través del messenger he tenido actos de comunicación interesantísimos con gente a la que posiblemente no vaya a ver en mi vida, ni falta que nos hace. Quizá nuestros encuentros sean en el no espacio, pero nunca se podrán considerar no encuentros.

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