domingo, 1 de febrero de 2009

Italo, la Trattoría del Quincho. Restaurante, Murcia

Afortunadamente, los buenos fuegos rearden desde sus cenizas. Y eso es lo que le ha ocurrido a uno de los mejores restaurantes argentinos en la región de Murcia, el Quincho, que tras el desafortunado incendio de hace unos meses se ha reconvertido en un curioso experimento Italo-argentino en la plaza Condestable, junto al ya legendario restaurante mejicano La Frontera (cuántas cenas allí con Pedro, Ana y Gabriel, mejor dejo eso para otra entrada en este espacio bloggero). Si El Quincho ofrecía la mejor ternera en esta parte del Levante, y a un precio más que asequible, lo mismo se puede decir de Ítalo, que junto con sus atrayentes pizzas y pastas sigue ofreciendo lo mejor de su ardido antecesor junto a la Catedral. La ternera, saborsísima y justo al punto al que la dejabas encargada. Es la primera vez que cuando digo al punto tirando a poco hecha saben lo que quiero decir, y no sólo eso, sino que le pusieron nombre: al punto menos uno. Lo repetiré a partir de ahora. Habíamos quedado Miguel y yo con Antonio sin Antonio. Siempre que quedábamos últimamente era en orientales, algunos para salir del paso y otros, como el caso del japonés del Arco de San Juan, para darnos un homenaje de buen Sushi y excelente sake. Esta vez se nos ha ocurrido cambiar y ha sido para mejor sorpresa nuestra. La noche antes habíamos quedado Miguel y yo con Antonio, alias la Tigresa, en La Taberna de la Ramona y salimos a mucho más dinero, y eso que sólo fuimos a tapear.
Me apetece, ya que estoy aquí, rememorar los mejores momentos que pasé en el Quincho antes de que ardiera, y eso que la primera impresión no fue precisamente memorable. Fue aquella cena infame en la que la Paca y la Gata me pusieron a parir por defender la República frente a la absurda monarquía que nos representa. Menos mal que la carne y los embutidos eran para recordar y hacer olvidar la mala compañía. Varias veces hemos ido Miguel y yo con los Antonios, y varias veces nos hemos puesto las botas con las crujientes ensaladas y la carne jugosa al puntísimo. También me acuerdo de hace un año, cuando fui con Antonio alias la Tigresa (por aquel entonces era simplemente Antoñito, lo de la Tigresa vendría después), cuando fue a visitar Murcia por primera vez y lo llevé a degustar esos bifes que resultan más sabrosos que los mismos solomillos.

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