Como algunos de vosotros sabréis, las vías verdes comenzaron a funcionar unas décadas después de que RENFE comenzara a desmantelar, a nivel local y regional, la red pública de transporte ferroviario. Es el impacto colateral más digno que ha tenido una de las peores gestiones del ferrocarril de cortas y medias distancias en toda Europa. El cierre de líneas que perfectamente hoy en día podrían ser rentables ha tenido como única buena consecuencia que, a día de hoy, podamos recorrerlas en bicicleta o a pie y disfrutar, a veces, de parajes naturales de sorprendente belleza.
La recuperación del recorrido Las Virtudes-Biar, o tramo del Xixarra 2, no nos arrebata en cuanto a la belleza natural. El paisaje en ocasiones es incluso desolador, como cuando sales de Villena por ese pedregal en pendiente ascendente. Sin embargo, posee suficientes alicientes para hacerlo aunque sea una vez. Tiene 15 kilómetros en total, y es perfecto si no se tiene demasiada experiencia en esto de recorrer las carcasas del difunto tendido férreo. Apenas hay pendientes, la distancia no es excesiva, y el entorno es variado. Desde el santuario de las Virtudes hasta Villena hay unos siete kilómetros en los que se cruzan casas de labor con sus pequeños huertos. Enseguida se está en las inmediaciones de Villena, la cual hay que cruzar procurando siempre ir cerca de la actual línea férrea Madrid-Alicante. Al salir del pueblo, hay que tomar la carretera de Biar, CV799 durante poco menos de un kilómetro. Cuando se ha cruzado por abajo la autovía, se debe torcer a la izquierda y enseguida se retoma la vía verde. Este es el peor tramo. Durante casi tres kilómetros de pedregalosa pendiente a través de un secarral te preguntas cómo Ruy Diaz de Vivar tuvo cojones para aventurarse por este camino. No en vano, esto forma parte de la llamada ruta del Cid. Sin embargo, cuando el camino recupera un mínimo de asfalto, el entorno mejora también y es cuando estás cerca de probablemente la mejor panorámica de todas: la que te regala el puente restaurado sin nombre sobre el seco Vinalopó, que a ese paso en su día, formó un pequeño cañón que merece la pena contemplar. A partir de ahí, ya en el término municipal de Biar, la vía mejora, y se adentra por un bosque mediterráneo que en ocasiones llega a tener pinos altos. Al final, terminas en el pequeño polígono de Biar, desde donde debes emprender una dura subido si quieres deleitarte con este sorprendente pueblo que tiene un casco antiguo excelentemente conservado.
Llegué al pueblo sobre las nueve y media de la mañana. Había madrugado porque las previsiones meteorológicas apuntaba a que ese iba a ser el día más caluroso de los prolegómenos del inevitable verano. La tranquilidad era absoluta. Rendido por la subida, me quité el casco y la mochila en una pequeña sombra en la Plaça de la Constitució y observé cómo gente de avanzada edad subía las cuestas con una agilidad pasmosa. Algunos, al acercarse a mí me decían "bon día". Apenas estuve unos veinte minutos. Otro día subiré al castillo, pensé, después de devorar una de las dos barritas energéticas que me había traído. Bastantes subidas he hecho ya por hoy. El retorno a Las Virtudes se hizo más llevadero, ya que el falso llano era ahora cuesta abajo.
En total, tardé unas tres horas y diez minutos en hacer el recorrido y volver, todo ello contando las paradas fisiológicas y voluntarias para hacer fotografías.
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