Esta mañana he desayunado de nuevo tarde, lo cual para mí son las nueve de la mañana, tan acostumbrado estoy a hacerlo a las siete cuando he de irme a trabajar. Esta baja médica me está viniendo bien para repasar cuáles son mis prioridades en la vida, e inopinadamente, nada más levantarme lo primero que hago es escribir. Escribir, justo lo que más hacía antes de embarcarme en una tesis que siempre estoy a punto de terminar. En fin, todo esto lo decía para señalar que esta mañana he estado desayunando con monstruos.
Los monstruos del siglo XIX, ese callejón de cien años por el que deambuló Mr Hyde escondido como su nombre indica de doctor con otro nombre muy respetable, eran criaturas que se refugiaban en la sombra de la sociedad, y estaban siempre al acecho de saltar y devorar la normalidad que disfrutaban los ciudadanos de bien. Hoy en día, en pleno siglo XXI los monstruos no se esconden. Lejos de ello, incluso tienen sus minutos de gloria en unas cadenas de televisión que cada vez apestan más a audiencia deleznable. El más reciente ejemplo lo tenemos en el supuesto asesino de la gitanilla que nunca será mujer Mª Luz, el cual era un personaje notorio en juzgados y canales televisivos por su pasado pederasta. Otro ejemplo para los anales de esta reconciliación visible del ser humano con su lado oscuro es el de esa mujer que propició hace poco un incendio en su comunidad de vecinos, resultando muerta ella también. Anteriormente a esos hechos, había salido en uno de estos programas vespertinos que sirven para que gente que nada en su propia monstruosidad de seres insignificantes se sientan importantes en una sociedad que premia, sobre todo, el alcance mediático al precio que sea.
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viernes, 28 de marzo de 2008
DESAYUNO CON MONSTRUOS
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