lunes, 31 de marzo de 2008

Humo, de Juan Carlos Rubio

Humo: suciedad vaporea que te impide una visión correcta de lo que está más allá. También provoca sofoco si te rodea. Como una mentira demasiado reveladora, así como el humo que se desprende de los cigarrillos que, dicen los expertos, te roban la libertad de decidir.

Ese es el punto de partida de las charlas y posteriores publicaciones superventas de Sr. Balmes, abogado de carrera que encuentra en la obsesión por dejar de fumar un chollo para forrarse. De hecho, la obra se nos presenta, no como obra teatral, sino como una charla en la que nosotros somos parte público pero ante todo depositarios de un Balmes que, descubrimos, no va a ser sino un charlatán, no ya sobre su antigua adicción al tabaco sino también, y sobre todo, sobre su vida sentimental, a la que nos vemos abocados a través de su exmujer, una redactora de segunda en un publicación que no sabemos si llega ni siquiera a ser de segunda.

Este artista escénico multifacético (ha participado como guionista en diversas series de éxito de televisión, así como ha trabajado como actor en teatro, televisión y cortometrajes) no es Edward Albee, ni Humo es ¿Quién teme a Virginia Woolf?, pero no hace falta alcanzar el estatus de maestro para acometer un tipo de comedia que se hecha en falta sobre las tablas españolas: la comedia sentimental de pareja, tan presente en el mundo anglosajón (Woody Allen a la cabeza, por favor) y tan escasa de títulos en nuestro teatro si no son las ramplonerías en forma de diario de Adán y Eva de unos años (hasta se llevó premios, ¡qué espanto!). El contar con actores que devoran la escena (Juan Luis Galiardo y Kiti Mánver), y que convierten los diálogos en emocionantes pugilatos, ayuda bastante a decorar un texto que en sí mismo no es grandioso ni descubre nada nuevo aunque tiene la gran virtud de entretener dentro de una estructura que se mantiene sobre todo gracias a las referencias al inmortal Chéjov, quien, se nos dice, publicó un monólogo sobre los peligros del tabaco para, así, quedar bien con su mujer.

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