En un principio parece que nos vamos a enfrentar con el típico relato gay de ambiente: discotecas, ligues, romances, rupturas, sexo, algo de droga, diversiones hasta el amanecer y todo el escaso etcétera de los loci harto comunes de este tipo de relatos. Afortunadamente, gracias a la mariliendres protagonista de esta divertidísima y entretenida historia, eso no es así.
Natalie Stathis pretende encarnar, grotesquizar y al final redimir a lo que en América se denomina una fag hag. Aquí en España dicho concepto no encontraría un acomodo lingüístico y cultural adecuado por la sencilla razón de que aquí ese aspecto de la vida gay urbana no parece haberse desarrolla hasta el extremo en que lo ha hecho en muchas de las ciudades más importantes de Norteamérica. A pesar de que en nuestro idioma tenemos el término mairliendres para referirnos a las mujeres que suelen salir con homosexuales, la recurrencia con las que este tipo de relaciones se dan aquí no tienen parangón con respecto a Estados Unidos; las razones podrían ser un buen motivo para la especulación sociológica, que tampoco es nuestro objetivo.
Natalie Stathis es amiga de Peter. Está indebidamente enamorada de él, a pesar de saber todo el riesgo que ellos conlleva. Hasta la fecha se las ha arreglado para desbaratarle todos los ligues que amenazan con prosperar. Sabe que en el momento en que algún romance crsitalice su relación con su amigo ya no volverá a ser la misma. Natalie también tiene una madre que está obsesionada en que su hija mantenga una relación seria con alguien de verdad. No tiene ni idea de lo que va peter y al menos espera que su relación con su hija prospere. Natalie, al amrgen de su obsesiva amistad con Peter, apenas parece tener a nadie más.
En el banquete de la boda de su hermano Calvin, al que asistió a regañadientes y sólo porque Peter finalmente accedió a acompañarla, Peter conoce al que por entonces era el proveedor de armas de Calvin. Aparentemente es un tipo sin demasiados atractivos, al menos de esos que sólo se pueden desprender del físico. Es poquita cosa, está encalveciendo, además tiene un nombre que desafía todo interés: Lloyd Hood, nombre que recuerda a una firma de abogados del downtown o una agencia de asesores financieros. Para sorpresa de Peter Lloyd resulta ser gay... y muy intelectual. Una persona con la que se siente bien y con la que al final termina congeniando. Natalie no parece temarle en serio al principio dadas sus coordenadas física. Al cabo de un tiempo se irá dando cuenta de que sus tácticas no le servirán para evitar lo inevitable: que la pareja se enamora y que Peter como consecuencia se aleje de ella. Entonces es cuando el tarro de las esencias se destapa y comienza la auténtica locura: escuchas con micrófonos, cahntajes, atracos e incluso el secuestro final.
Está contado con el típico estilo absorvente que se ha venido utilizando durante la década de los noventa. No hay grandes pretensiones hacia una profundidad psicológica, aunque a pesar de ello la hay. Hay sobre todo una sátira a un tipo de comportamiento y, sobre todo, un final sorprendentemente esperanzador en el que se elude que haya buenos o malas. Simplemente perdedores con dignidad de querer recuperar lo más valioso que hay para toda persona: la autoestima.
Novela de gran contenido sociológico. Sobre todo en las primeras partes se describe con cierto detalle el ambiente gay de Chicago.
Recordar asimismo las escenas con el poli Luigi y su amante negro Curtis. Menuda enredadera arma la Natalia de los cojones con ellos dos.
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