martes, 26 de marzo de 2002

Apollinaire: Las Once Mil Vergas.

Autor de pricipios de siglo, Apollinaire escribió dos libros que revolucionaron la sociedad francesa de su época dada la osadía erótica que en ellos dejó impregnada. Las Once Mil Vergas, a diferencia de Las Desventuras de un Joven Don Juan, deja de lado el mero erotismo armonioso y pasa a esferas como la pederastia, la necrofilia y el bestialismo que retan al mismísimo Marqués de Sade en su grado de perversión. Las Once Mil Vergas no estaría incluída en esta colección si sólo fuera por la referencia explícita que se hace de la relación sexual entre el protagonista, el prícipipe rumano Mony y su ordenanza Cornaboeux, a pesar de que el tema se queda en el simple acto sexual, dentro de los muchos otros que indiscriminadamente se suceden entre las ciento sesenta páginas.

Es, sin embargo, la interesante reflexión que el propio príncipe rumano hace sobre la homosexualidad lo que le da al libro un cierto carácter reivindicativo además del elucubrativo. Estas son sus palabras:

“¿Sientes bien el instrumento que, no satisfecho con haberte engendrado, ha asumido además la tarea de hacer de ti un joven perfecto? Recuerda además que Sodoma es un símbolo civilizador. La homosexualidad hubiera hecho a los hombres semejantes a dioses y todas las desgracias nacen del deseo que los distintos sexos pretenden tener el uno del otro. En la acutalidad sólo hay un medio para salvar a la santa y desgraciada Rusia, y es que, pedófilos, los hombres profesen definitivamente el amor socrático; mientras habrá que mandar a las mujeres a la roca de leucade para que tomen lecciones de safismo.” (p 82)
Nada lejos del planeta bollomarica que algunos hoy día ansiarían.

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