Año y medio después de la primera edición de No se lo digas a nadie, Bayly sacó lo que sería la secuela de una historia que había disparado cualquier expectativa sobre las posibilidades comerciales de una novela sobre bisexualidad, droga y ambientes marginales en un entorno tan distinto al nuestro como el Perú urbano del que el autor es originario. Siempre se ha dicho que seugndas partes nunca fueron buenas y dicho coemntario, aplicado al poco éxito de Fue ayer y no me acuerdo, bien podría ser cierto. La crítica tampoco bendijo la segunda entrega de las peripecias vitales de Joaquín. Enseguida los que se quedaron con las ganas de hundir a Bayly por su primera novela, encontraron aquí la carroña que estaban buscando; y es que en este país estamos poco acostmbrados a la literatura por entregas, a la ficción que se construye para mero entretenimiento. En un entorno más anglosajón Fue ayer y no me acuerdo habría repetido con toda seguridad récord de ventas, pero aquí en España donde se lee mucho menos (y casi nunca por mero entretenimiento), el valor de una obra resido en la capacidad de una autor por innovar y superar lo que ya hay escrito más que por dar un tanto de lo mismo, aunque la segunda vez lo haga mejor que la primera, como bajo mi punto de vista es el caso de esta novela. Bien es cierto que las acciones y los personajes son casi idénticos. Eso no es óbice para que Bayly hay escrito una novela mucho más depurada y bella que su predecesora., aí que como claramente reivindicativa, cosa que se ve poco aún a pesar de la proliferación de obras gays en los últimos años. Baste con el extracto de la carta que Gabriel, el personaje narrador de esta novela le escribe a sus padres casi al final del libro: (p. 302)
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martes, 26 de marzo de 2002
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